El poker y particularmente el Texas Hold´em es un juego de azar, la suerte controla a sus anchas lo que sucede en la mesa de los Holdem.U10, pretendemos que sabemos jugar, que somos más sabios cada lunes, que aprendemos en cada partida a leer a nuestros rivales, sin embargo al final y aunque el Flaco diga “el Texas es el juego en el que menos influye la suerte” lo que hacemos es prolongar nuestro sino en cada naipe, ufanándonos de lo que en la mayoría de los casos realmente es pura casualidad.
Ahora para hacer aún más irreal esta fantasía, en este grupo de panas y enemigos entrañables, me han asignado la peculiar tarea de traducir la veleidosa voluntad de la fortuna en números, en sumas y restas de colores, para ser coherentes nos inventamos “La Tabla”, apología numérica a la que estos viciosos se entregan y someten, me atrevo a asegurar que somos el Torneo de poker mas largo del mundo, 16 semanas se necesitan para que la tabla nos indique cual fue el mejor, quien fue el menos habil, quien se cree el señor de la suerte.
Seria falso negar que me encanta, de pronto me doy cuenta que al final en esta sucesión de espejismos, el único que realmente somete a la impredecible suerte, es aquel que la traduce, que la imprime, que la entiende, el hacedor de La Tabla… controla la suerte!
Habíamos llegado a la mesa final: Danilo, Robert Jr., Cyrano, Lucho, Manny, Boris, Robert, AC, Primo y este servidor. La noche era nueva y la música de los Holdem acompañaba el crujido de las fichas. Como pocas veces el hall del edificio se veía invadido por los acordes de Rodolfo Páez y la voz cortante de Damien Rice: and so it is, just like you said it would be…
Aquello parecía el edén: un miércoles relajado en el que uno podía rodearse de buenos amigos, de buena música, y en el que era posible dejarse llevar por el encanto dulzón y ambiguo del azar, azar que para entonces había depositado en mis manos una cantidad importante de fichas con las cuales la posibilidad de llevarme el pozo de la noche estaba intacta y expectante.
Como a veces sucede la música conseguía abrirse paso entre las risas y el alboroto y encontraba la forma de copar los sentidos: una frase que desencadenaba el recuerdo, un do menor tristísimo que dejaba a más de uno con la mirada extraviada hasta que llegaba la voz áspera de Cyrano exigiendo agilidad.
Aquello parecía el edén, y esa era precisamente la trampa, porque más allá de cualquier jolgorio ingenuo, aquel paño verde no es más ni menos que un campo de batalla, un tablero de ajedrez monocromático en el que las mejores tácticas son puestas a prueba cada semana.
Y así fue como mordí el anzuelo. Las ciegas estaban en 500-1000 y el ante en 100. Yo estaba en la ciega alta por lo que me tomé unos segundos antes de ver mis cartas. El Lucho, el Primo y Cyrano igualaron las apuestas. Entonces miré mi juego, y lo que encontré fue la combinación de dos de las torres más altas del juego: American Airlines. Me sentí ganador antes de jugar y esa era precisamente la segunda fase de la trampa.
Subí la apuesta en 5000 buscando evitar un bad beat (véase diccionario no ilustrado Holdem), pero no fue suficiente. El Luchito midió sus posibilidades, había esperado mucho tiempo por ese momento, el momento de la venganza no anunciada, de la revancha que ejecutada en frío es dos veces más efectiva. Pagó. Los otros dos jugadores huyeron cual Forrest Gump.
El flop trajo una K un 9 y un 4 en arco iris, nada de qué preocuparse. Y entonces, y solo entonces, me animé a jugar un All in de 2000 que parecía simplemente la estocada final para una mano ganada desde hacía mes y medio. El Lucho pagó.
Mi AA sobre la mesa trajo los típicos comentarios: Uhhhh, ayayay, etc., pero el juego de mi rival trajo esos otros que yo no quería oir: Auch, toma!! Chao muchacho!!. Efectivamente, el K9 del Luchito me dejaba con un pobre 20% de posibilidades antes de un turn que no trajo nada. El río ahogó cualquier posibilidad de victoria.
La venganza del Lucho se había consumado, y aunque aún me quedé con algunas fichas entre manos, el golpe fue demasiado fuerte como para resistir el ataque de tanto lobo hambriento. Lo bueno de todo esto es que se aprende más de las batallas perdidas que de las ganadas y la enseñanza de aquella mano precisamente es ésta: para jugar al poker, nada como un buen reggaetón.
Estos viciosos no perdonan ni el miércoles de ceniza! Cual entes desesperados contestaron “de una” al mensaje del Robert que por si acá preguntaba si querían darle al naipe esa noche, a la hora de la hora 15 Holdems se congregaban alrededor de la mesa, alguien trajo ceniza? Alguien hizo una reflexión sobre los tiempos duros que se avecinan? Que va, naranjas, nones, lo único importante era el sorteo de los puestos, hasta que ciega van las compras? Que pasa si quedo tercero, etc. etc. etc. El Gordo llorando llorando asomo puntual, el Markeins y la Pao por fin trajeron su música.
La noche trajo sorpresas, tenemos nuevo líder en la tabla, el Robert vuelve a los tiempos al podio, su primo le pisa los talones, me preocupa tanto amarillo en la punta, tocara esforzarse para la próxima…
En la larga lista de excusas razonables para robarle tiempo a esta agencia que me paga por escribirles, existe una particular y dolorosa, han pasado ya muchos días sin que mis dedos hayan rozado un naipe, mis oídos extrañan el “dígalo, vamos diiiigaaalooo” o “jamás… pero jamás!”, como laborar sin que haya jugado poker? De pronto me doy cuenta que se ha creado una relación simbiótica entre mi trabajo y las cartas de reyes, los lunes trabajo porque en la noche tengo una cita imperdible con Mister Texas Hold´em, de martes a viernes me esfuerzo porque recuerdo lo sucedido en la mesa de los Holdem.U10 y apresuro mi ritmo para que la semana transcurra rauda hasta la siguiente partida, al final la ecuación es clara, sin poker no hay trabajo digno, sin los dólares de mis iguales no hay ingresos bien habidos, sin escaleras y revites no hay planes ni targets, de pronto el gerente me mira con el ceño fruncido, su actitud me grita que sabe que estoy pajareando, finjo demencia, miro sin pestañear a este monitor sumiso, abro el excel y al pasar el que paga mi sueldo, ve con tranquilidad como su empleado trabaja con una tabla de blancos y negros, de sumas y promedios, de rankings ascendentes, se aleja sereno, lo que la pantalla muestra es la tabla actualizada señores, ahí se las dejo…
Supongo que la idea original buscaba evitar que el Luchito conectara su iPod y nos torturara de 7 a 11 con sus larguísimas diatribas de reggaetón, salsa, bachata y demás artículos de consumo masivo.
Visto desde esa perspectiva era una empresa loable en la que nada podía salir mal: Todos aportaríamos con 20 de las canciones que más nos marcaron en nuestras jóvenes vidas, y así confeccionaríamos un extenso, tolerante y variado soundtrack para nuestras noches de poker.
Sin más, recorrí durante 2 horas los vericuetos de un iTunes atestado con 30.000 canciones neuróticamente ordenadas buscando aquellas 20 joyas que pudieran representarme, que de alguna forma pudieran contar quién soy. Suena extraño pero creo se puede llegar a conocer con cierta precisión la edad, el carácter, los lugares que frecuenta y hasta los sitios en los que ha vivido una persona tan solo siguiendo el rastro del pequeño ADN digital instalado en su reproductor de música.
En mi caso, ese ADN estuvo formado inicialmente por 52 canciones pero entonces vino lo difícil: la mutilación, la extirpación. Y poco a poco fueron quedando fuera piezas importantes: Chao “La parte de adelante”, hasta pronto “Sister” querida. Y, lo confieso, en algún momento me sentí tentado a dejar la lista con 25 o 30 canciones, pero aquello era violentar el territorio de los demás, como cuando un conductor malcriado se detiene sobre el paso cebra. Al final quedaron las veinte de rigor: algo de Porcupine Tree, infaltable Black de Pearl Jam, One aunque me destroce cada vez que la escucho y algunas otras que me conmueven hasta la médula.
Pero algo extraño ocurrió anoche, una especie de deja vu que de 8 a 12 nos trajo de vuelta y en forma exclusiva y excluyente el reggaetón, la salsa, la bachata y demás artículos de antaño, apenas adornados por dos o tres raps que trajo el Manny. Y aunque de entrada se pensó que lo que sonaba era otra vez el iPod del Lucho, pudimos comprobar que en realidad era el Soundtrack Holdem, sospechosamente repleto de esa música que solo digiero en algún antro entre las 2 y las 3 de la mañana y con cinco gines encima. Pronto descubrimos la verdad: alguno o algunos habían invadido el paso cebra.
Decidí vengarme. Y mi venganza fue lenta y dulce (y hay que decir también que fue letal). Uno a uno los vi entregar sus cartas y abandonar la mesa de juego. No se oían Héroes del Silencio ni Babasónicos, pero sí se escuchaban sus lamentos al comprobar que sus juegos eran insuficientes y que su dinero irremediablemente terminaría al final de la noche en mis bolsillos.
Ahora, mientras escucho al gran Spinetta, y mientras cuento y recuento los millones ganados, empiezo a suponer que al final del camino y gracias a mis amigos, se tendría que incluir alguna de Daddy Yankee en mi ADN musical. Pero no gracias!! Paso!!
Un poco emocionado ingrese al programa estadístico – histórico de los Holdem.U10, poco a poco fui actualizando las posiciones, las ganancias, los puntos por plus, el orden alfabético, etc. En cuestión de minutos teníamos “LA TABLA” por la que muchos sufren, con la que algunos tienen pesadillas, con la que pocos se sonríen.