On 22 dic 2010 0 comentarios

Boris nos deleita con la siguiente entrada:


El emperador chino Mu-tsung dijo “all-in” hace más de mil cien años -por supuesto, lo dijo en chino, así que no se popularizó por lo difícil de pronunciar-, y sus ministros “foldearon” sus cartas temerosos de arriesgar el cuello en caso de pagar y ganar. Parece que ese es el origen del juego que nos apasiona, del lúdico entretenimiento que nos domina y nos reúne religiosamente una vez por semana, y a veces repite con beatitud.


Estaba leyendo una pequeña pero interesante historia del Poker, póquer en correcto castellano, y caí en cuenta que nunca hemos hecho los honores a aquellos perniciosos antepasados nuestros que nos legaron este bendito vicio. Demos gracias a todos aquellos que, desde Mu-tsung y sus acólitos de ojos rasgados, dedicaron el tiempo y el dinero que le sobraba, y hasta el que no les sobraba, en el perfeccionamiento del juego de naipes con apuesta más popular en el mundo, el equivalente al fútbol en los casinos, el rey de los juegos de azar.


Resulta ser que los chinos inventaron un “dominó de cartas” en el año 969 d.C. -vaya numerito, ¿no?, 969- y mejorarlo les tomó a los egipcios tres siglos. Para el siglo XVI de nuestra era, los persas habían perfeccionado ese juego, llamándolo “nas”, y este hizo travesía a España durante la ocupación mora de nuestra madre patria. En Andalucía y Castilla el juego se hizo popular y se lo llamó “Primero”. Los franceses lo adoptaron poco tiempo después, llamándolo “Poque”, y lo exportaron a América, ingresando por el delta del Mississippi a la región de Louisiana, y más particularmente a New Orleans. Recuerden a Mel Gibson en el papel de Maverick, descubriendo el As de Espadas para ganar con una Flor Imperial la en ese entonces fabulosa suma de USD 500.000. Pues bien, el barco donde juegan sale de New Orleans para navegar por el Mississippi.


Durante la Guerra Civil Norteamericana, y la colonización del salvaje Oeste, el juego de póquer fue un acompañante inseparable de soldados y colonos, y algunas variantes del juego nacieron con la necesidad de hacerlo más atractivo, o de evitar que cayese en la monotonía. La primera variante importante sería la adición de los “comodines” a la baraja inglesa de 52 cartas, que había reemplazado a la francesa poco después de su arribo a América. Los comodines, y las “reglas de casa”, como jugar abierto o cerrado, constituyeron los primeros precedentes del póquer Holdem. Sin embargo, durante más de 100 años, el Stud Poker, y su variante Caribbean, serían los más populares en los casinos, mesas “High Roll” y también entre los aficionados que jugaban en sus casas. Se creó a partir del juego de póquer una especie de francmasonería entre los hombres norteamericanos, dentro de la cual era el ritual que daba paso a la reunión de cinco o seis amigos, sin sus esposas, sin su familia, y en un estado de viril relajación y casi misógino abandono.


Como Marshall McLuhan anticipara en su Aldea Global, la revolución mediática afectaría todo el comportamiento humano, sus relaciones, reacciones y hábitos… desde luego, el póquer no sería la excepción. A partir de la popularización del televisor a colores a fines de los sesenta y comienzos de los setenta, el póquer Holdem comenzaría su picada ascendente, llegando a ser en nuestra era digital el juego de cartas más practicado y visto en el mundo, a punto de ser considerado deporte olímpico gracias al empujón de la IMSA, cuyas siglas en inglés se traducen en Asociación Internacional de Deportes Mentales.

¡Y todo porque el emperador chino Mu-tsung dijo “all-in” en el año 969!


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